28 de septiembre de 2007

Un extremo llamado Robben

En esta ocasión ocurrió en Madrid. El Real, espeso hasta la médula, consiguió en la noche de ayer controlar un partido por posesión del balón, algo que, en verdad, hacía mucho tiempo que no se veía en el Bernabéu. Hasta la fecha, desde hace ya años, todos los adversarios del Madrid llegaban a Chamartín y le robaban el balón al conjunto blanco, como si pensaran que aunque no se llevaran los tres puntos se pudieran subir el balón del partido al autobús, como reliquia y recuerdo de vapulear al mismisimo Real en su terreno. Bien es cierto que ayer los de Héctor Cúper parecía que no quisieran llevarse ni restos de césped ensus botas, por la delicadeza que pisaban el terreno y las pocas ganas que mostraron. Menos uno, el velocista Odonkor, que pareció entrenarse para las próximas olimpiadas de atletismo. Fue por ello, quizás, que el Madrid por fin dominó en posesión del balón.

Y presumiblemente por la poca costumbre a ello, los aprendices de Bernd Schuster no supieron qué hacer con ese objeto de cuero de forma esférica, de unos 69 centímetros de diámetro y 420 gramos de peso llamado balón. Así que se dedicaron a menearlo y marearlo ante la impasividad de los jugadores verdiblancos, que sólo hicieron que observar en gran parte de los primeros 45 minutos. Y es que la alineación de los blancos no daba mucho para más. Y es que de Diarra hacia delante, todos los futbolístas tenían similitudes en su estilo de juego que a menudo provoca más que genialidades, estorbos. Guti y Sneijder no acaban de cuajar cuando hombres como Raúl, Saviola e Higuaín son los más adelantados a su posición. Y ante la ineficacia de éstos, sobretodo de los dos argentinos que se vieron sobrepasados por el treintañero capitán, el único que obró buscando el error del meta Ricardo, el Madrid no pudo hacer más que adormilar al rival y al público, que entre el frío y el juego de los suyos el estadio se parecía más a esa ópera a la que en varias ocasiones ha hecho referencia su presidente, Ramón Calderón.

Por supuesto, había que cambiar de melodía. Aquel once blanco no acababa de afinar. Así que todo cambió en el minuto 58, cuando los sevillanos ya habían avisado en un par de ocasiones a Casillas y Schuster dio entrada a Robben y Robinho, dos extremos llamados a tocar con otros instrumentos esta orquestra: las bandas. Dicho y hecho. Dos notas con un tempo superior al resto cambiaron una partitura que tendía a un final negro para los locales. La doble 'R' entrante se apegaron a las bandas y ensancharon el campo, lo que provocó una apertura de espacios que ni la gacela Odonkor podía cubrir. Y de las botas del extremo holandés nació el primer gol que despertó al pueblo. Un doble regate de Robben atolondró a la defensa bética, que vio como el capitán madridista recibía un balón que un nervioso Rivas no dudó en querer quitárselo a patadas. Penalti claro, tan visible como el número '7' que señalaba con sus pulgares Raúl en su espalda, tras covertir su primera pena máxima en siete años.


El propio Robben gozó de varias ocasiones, incluso se le anuló un gol por fuera de juego. El ex blue se acabó por ganar al Bernabéu, que ya enloqueció en su presentación, hace ya más de mes y medio. Como sucedió con Robinho en su debut en la ciudad gaditana, el joven holandés encandiló al estadio, aunque la inminente pregunta sea la de ¿hasta cuándo?. La otra cuestión de la noche la dejó sellada un brasileño que entró por Sneijder, ayer perdido sobre el terreno. ¿Qué más tendrá que demostrar Baptista para ser titular? El carioca aprovechó la primera que tuvo. Y la jugada arrancó precisamente de la banda de Robinho, lo que confirma que jugar con extremos no es algo banal en el fútbol de hoy. La chilena de 'La Bestia' permitió al Madrid maquillar un gris partido y a la prensa obtener la foto de portada. Sólo Sobis y Mark González podrían haber cambiado la primera página de los rotativos si la suerte les hubiera acompañado.