La primera prueba de fuego rozó el límite del suspenso. Como ocurre últimamente, sólo los valencianistas destacaron en una selección destartalada y con prisas. A Villa (goleador) y Silva (simplemente magnífico) se unió en esta ocasión el morito Morientes, otro delantero de garantías que siempre ha sabido lo que supone defender la roja. La pareja goleadora de Quique Sánchez Flores también le fue eficaz a Luís Aragonés, que no se libró de otro varapalo a pesar de una victoria que le da una tregua momentánea.
Por primera vez en toda la temporada, los que iban de blanco fueron los que ofrecieron el fútbol y el dominio en el Bernabéu, hasta el punto que ni se les notó la baja de Jensen. Nuestra selección no supo aprovechar la banda que dejó libre Morten Olsen, que no reajustó a su equipo hasta la segunda mitad, cuando la balanza ya estaba decantada para los españoles. Pero claro, una noche de selección sin sufrimiento no es una buena noche. La tranquilidad no duró mucho, y el gol danés acabó por desquiciar a Luís y a los suyos.
Dinamarca se echó al ataque y el Bernabéu enmudeció por momentos. Se olía la desgracia, y ahí estaba el gran Sabio para apuntillar la faena. El espíritu Capello pareció apoderarse de Luís, y éste, ni corto ni perezoso, renunció a la política de jugones, quitó a sus goleadores y volcó su confianza en una defensa novata y asustada. Final... ¿feliz?. Por lo menos hasta el próximo miércoles, cuando llega Islandia con Gudjohnsen y cia. No hay margen para el error, si no queremos ver la próxima Eurocopa desde casa.