
Aunque poco a poco, en España vamos adaptando esta nueva tendencia, porque ya me dirán si alguna vez no han escuchado los gritos desde la banda de un técnico gracias a los inalámbricos de radios y televisiones, o si no les parece que enseñarnos los murales en los cuerpos de los futbolistas o como éstos charlan amistosamente con un recogepelotas desde el banquillo forma parte del deporte en sí. Y bajo mi humilde opinión, apuesto por esta iniciativa. Nos hace cercanos al deporte, a los protagonistas, nos envuelven con diferentes efectos tecnológicos y nos encandilan con luces y papelitos de colores. Porque, díganme qué haría el deporte sin una tropa de miles de espectadores gritando en favor de los suyos, cantando sus himnos o enloqueciendo por sus victorias. Y todo eso forma parte del espectáculo del deporte. Díganme que hubiera tenido de interesante ver a dos cachas golpeándose sin cesar si al final de todo, cuando Hatton cayó a la lona, no hubiéramos escuchado los cánticos de miles de norteamericanos gritar "¡USA, USA, USA!", mientras los crecidos británicos se agazapaban en el silencio.