10 de diciembre de 2007

Puro espectáculo

Es increíble la afición que crea el boxeo en Estados Unidos. Y es que la lucha entre los dos hombres invictos del boxeo mundial hasta la fecha, el norteamericano Floyd Mayweather y el británico Ricky Hatton, se anunciaba en Las Vegas con tanta efusividad como se anuncia aquí el Barça-Real Madrid. Incluso incentivando más el espectáculo, porque aquí en España no me veo yo 24 horas antes del Clásico a Frank Rijkaard y a Bernd Schuster nariz contra nariz amenazándose de encajar una goleada por KO. Y eso es lo que tiene Estados Unidos, que el espectáculo es lo primero, todo lo demás simplemente pasa a segundo plano. Miren ustedes la NBA, un baloncesto con el reglamento modificado para asegurar que la gente se divierta desde sus asientos. O lo que viene ya siendo una realidad, un Gran Hermano en el baloncesto norteamericano, donde todos los millones de espectadores pueden escuchar en directo, en el momento del partido, las indicaciones de los coach y los gritos de algunos protagonistas dentro de la cancha.


Aunque poco a poco, en España vamos adaptando esta nueva tendencia, porque ya me dirán si alguna vez no han escuchado los gritos desde la banda de un técnico gracias a los inalámbricos de radios y televisiones, o si no les parece que enseñarnos los murales en los cuerpos de los futbolistas o como éstos charlan amistosamente con un recogepelotas desde el banquillo forma parte del deporte en sí. Y bajo mi humilde opinión, apuesto por esta iniciativa. Nos hace cercanos al deporte, a los protagonistas, nos envuelven con diferentes efectos tecnológicos y nos encandilan con luces y papelitos de colores. Porque, díganme qué haría el deporte sin una tropa de miles de espectadores gritando en favor de los suyos, cantando sus himnos o enloqueciendo por sus victorias. Y todo eso forma parte del espectáculo del deporte. Díganme que hubiera tenido de interesante ver a dos cachas golpeándose sin cesar si al final de todo, cuando Hatton cayó a la lona, no hubiéramos escuchado los cánticos de miles de norteamericanos gritar "¡USA, USA, USA!", mientras los crecidos británicos se agazapaban en el silencio.