20 de agosto de 2007

Basta con quitarse el sombrero

Si a alguien le interesa mostrar en público su respeto hacia el buen fútbol, sólo debe hacer una reverencia en dirección a la capital andaluza, donde en los últimos meses han ido dirigidos los más preciados piropos futbolísticos de los críticos y forofos del deporte rey. Sevilla es la ciudad del Supercampeón, nombrado ayer mismo por su excelencia futbolística, su soberanía sobre el terreno de juego y por su espíritu campeón. Y en terreno enemigo, donde se proclamó en junio campeón de la Copa del Rey, un Bernabéu que enmudeció ante tal humillación.



Los hombres de Juande Ramos vapulearon anoche a un Madrid débil, falto de ideas y al que sólo le empujó la ira, el coraje y parte de aquella fuerza que le hizo proclamarse campeón de Liga hace tan sólo dos meses de la mano de Fabio Capello. Esta vez, el Madrid salió al mismo escenario donde se coronó bajo los mandos de Bernd Schuster, un alemán llegado al club de la calle Chamartín para reencontrar el gusto futbolístico del paladar del Bernabéu. Kanouté (por tres veces) y Renato (x2) sentenciaron una eliminatoria que comenzaron a encarrilar en Nervión. De nada sirvió que el debutante Drenthe marcara un golazo que reavivara el sentimiento de remontada en el feudo blanco.

En resumen, del Madrid sólo se puede deducir aspectos negativos en esta pretemporada. Seis derrotas, la pérdida de un título oficial, el fracaso en el mercado de verano (Kaká), el derroche innecesario (Pepe) y un entrenador que parece haber perdido el rumbo de unos ideales que le destacaron como técnico y jugador. La conclusión: un Sevilla triunfador, un equipo hecho que no parece atragantarse de títulos (5 en15 meses); y un Madrid frágil, un equipo por hacer y al que sólo la última Liga le alejó del apocalipsis. Como aparejar a una pantera con un ratón.